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Triptico Elemental de España
      
Aguaespejo granadino
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Berlín 1956 |

Granada es Oriente y Occidente.

Hasta ahí se extienden las piedras germánicas, para encontrarse con el Islam.

Las columnas del Palacio de Carlos V, con las fuentes del Palacio del Agua de la Alhambra.

Granada es el producto de dos ríos de sangre y de dos culturas en un encuentro vivo. Y el granadino José Val del Omar, un flamenco de raíces arábigas, con la certeza de haber encontrado en Berlín un sitio apropiado para la simpatía con su tierra, nos ha hecho conservar la fama española de las tierras del sur, ahí donde termina Europa, porque Berlín también se encuentra en la via crucis entre Oriente y Occidente.

Se trata de un mensaje íntimo y lírico, transmitido mediante una audición propia y original, plástica e impresionante.

España propone una acción mecamística frente al neorrealismo. No se contenta con la realidad, ni quiere pararse en la frontera del misterio. Frente al rayo de luz eléctrico de la televisión con su amplio reportaje del instante, el director quiere que la linterna mágica del cine vaya más allá de la pantalla panorámica y que el horizonte de su gran campo visual colectivo se coloque en el punto central del infinito. A la vista de todo lo que se ha ampliado nuestro campo visual hoy en día, no sólo en lo referente al espacio, sino también al tiempo, el director eleva nuestro punto de vista común, de forma que los estragos del tiempo no puedan afectar al film. Miramos por encima de los tiempos para que el hombre descubra y armonice la nueva razón y la lógica de la era atómica sin fronteras, sin distancias y sin restricciones.

José Val del Omar es un hombre de perfección profunda e interior, desconocida en el mundo actual, un mundo en el que no tienen cabida las personalidades polifacéticas, en el que un artista y un técnico son dos cosas diferentes. Con él vuelve el Techné griego. Él es el autor único de la obra que nos muestra. Decidió el motivo poético, la fotografía, el montaje e incluso la realización completa del sistema sonoro.

El sonido diafónico, que contrasta totalmente con el estereofónico, utiliza dos fuentes de sonido distintas. La primera fuente es la pantalla, el documento real que se transmite al espectador. La segunda fuente, en contraste con la primera, se sitúa detrás de las hileras de asientos y hace de conductora de un sonido subjetivo de ecos y reflejos, que reaccionan a las voces del interior y suben por la sangre manifestándose en la conciencia del espectador.

El eje de la diafonía contrasta fuertemente con la estereofonía que perciben nuestros oídos. El eje de la diafonía se corresponde con la estética alemana de la proyección sentimental.

Aguaespejo granadino nos muestra la conocida siguiriya, el baile contemporáneo de las criaturas ciegas que buscan el apoyo de la tierra. La austera fotografía en blanco y negro y el montaje desamparadamente primitivo se corresponden con una técnica extraordinaria que, en este caso, es la cristalización auténtica de la sustancia contenida en el film. La fuente refleja la vida del hombre. La ilusión crece con lenta monotonía en el interior del ser humano y produce una realidad elemental y dura que le agobia exteriormente. Su existencia, bajo las duras condiciones de la vida, es un sueño de fracasos en una jaula formada, como quien dice, por las caídas en este valle de las diferencias. El ser humano avista el fin. Cuando ama a su prójimo, sobrevive.

Aquí hay
una muestra impresionante y plástica
del sentimiento trágico de la vida
realizada con pasión y rigor por un español.


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 | Berlín 1956 |
Bruselas 1958 |
 
 
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