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Triptico Elemental de España
      
Fuego en Castilla
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Val del Omar es el primer inventor de técnicas nuevas en el cine de lengua española. Es, sin embargo, uno de los artistas españoles que encarnan la España de siempre y que nos remiten a las tradiciones más auténticas y expresivas del arte y de la mística originales de la Península Ibérica. Esto es lo que le ha reconocido, el pasado año, la Universidad Nacional Autónoma de México, al otorgarle el primer premio del Concurso de Cortometrajes. La obra más reciente de Val del Omar, Fuego en Castilla, sorprende, como las que antes la han precedido, tanto por la profundidad de su arte como por su técnica y su argumento.

Artísticamente, el film recrea la atmósfera de una vieja ciudad castellana durante la Semana Santa, paseando las esculturas religiosas que allí se conservan y que firmaron artistas de otro tiempo. Algunos planos cuyo verismo documental impresiona, se entremezclan así con las imágenes turbulentas y atormentadas de la Muerte, de la Virgen y de varios santos. Asistimos a un ballet fantástico que nos transporta a otro mundo, ya presentido ante estas mismas imágenes por Serge Lifar y por Eisenstein. Los ritmos atormentados del escultor castellano Berruguete contienen en germen las distorsiones de El Greco, y la esencia misteriosa de la danza española conocida por flamenco, inscribe sus palpitaciones. De la misma manera en que Val del Omar ha recurrido al más prestigioso de los bailarines españoles: Vicente Escudero. En colaboración con este último ha compuesto la banda sonora del film, en verdad sorprendente: una partitura de música concreta interpretada por Escudero al golpear con las uñas la seca madera de un retablo eclesial.

Técnicamente, Val del Omar interpola en esta obra tres técnicas de su invención y subliminalmente afines.

1) El Sonido Diafónico, respaldado por la Comisión Superior Técnica de la Cinematografía Francesa a través de sesiones divulgativas que tuvieron lugar en el Festival de Cannes, en 1958. Se trata de un sonido de ''choque'' entre espectador y espectáculo, mediante altavoces situados en contracampo en la pantalla y en la zona trasera de la sala. Este sistema sonoro, patentado en España en 1944, fue desarrollado por Val del Omar en su film Aguaespejo granadino, una obra lírica que fusiona la siguiriya andaluza del bailaor Antonio con las imágenes de las fuentes de Granada. El pasado año, este sonido –que va más allá de la estereofonía– fue adoptado por la televisión japonesa con el nombre de Esterama, y recientemente se ha también aplicado en Checoslovaquia y otros países donde se afirma más y más como sonido de ''choque''.

2) La TactilVisión. La visión tactil ha sido definida por un comentarista francés, en ocasión de la presentación que el Sr. José Val del Omar hizo en el V Salón Internacional de la Técnica de Turín (1955), como ''la consecuencia de una iluminación destinada a provocar, por arco reflejo, sensaciones de tacto y posesión de los objetos iluminados, creando así un realce mayor de las superficies, materias, sustancias, temperaturas y tiempos''. Esta técnica fue objeto igualmente de una comunicación en el IV Coloquio Internacional convocado por la Comisión Superior Técnica Francesa en París, el año 1959. En Fuego en Castilla, Val del Omar circunda el volumen de las imágenes mediante una acumulación programada de perspectivas luminosas, obteniendo así un verdadero cubismo de la luz.

3) El Desbordamiento Apanorámico, cuya teoría fue expuesta por primera vez en un artículo de Val del Omar publicado por la revista de la Comisión Nacional de Productividad Industrial (Madrid 1957). Se trata de un efecto producido por un doble juego de imágenes: ''la imagen definida central, foveal –escribía Val del Omar en dicha ocasión–, se presenta sobre la superficie de la pantalla actual y la segunda imagen, concéntrica y cuatro veces mayor, aparece como un anillo extrafoveal o marco inductor para la primera. Este anillo sirve de puente y sus imágenes deben ser unas imágenes abstractas''. En el presente film, esta técnica no llega más que a insinuarse mediante unos efectos rítmicos subliminales y luminosos.

En cuanto al argumento, la obra de Val del Omar carece de un encadenamiento lógico. Como en las obras de la poesía mística española –San Juan de la Cruz y Santa Teresa– la lógica es una prisión de la que hay que liberarse. ''La fuerza de la gravedad –ha escrito Val del Omar– es una maldición de la que el hombre sólo se libera ardiendo.'' Pero esta profunda lógica interior –la lógica de la ''sustancia''– puede seguirse en las tres partes que en el film se distinguen, y que nos elevan gradualmente del plano de la realidad a las cimas del éxtasis.

En la primera de estas partes, como si de una sinfonía se tratara, asistimos a un andante documental, rodado durante las procesiones de la Semana Santa en Valladolid: crespones negros cuelgan de los balcones, los ''pasos'' religiosos atraviesan las calles silenciosas, el cielo es gris y acre, el Cristo trata de protegerse de la lluvia con un impermeable de plástico.

En la segunda parte, tras haber observado a la Muerte, acompañando con su guitarra la expulsión de Adán y Eva del Paraíso, y después de haber sido sacudidos por un mambo a 150 por hora en un tren-oruga, nos adentramos en la Noche Oscura: la Muerte es la estrella. La Muerte está siempre presente. Y, por encima de todo, en las expresiones móviles de la Santa Ana del escultor borgoñón Juan de Juni. Es la procesión de la Muerte, y con ella descendemos a su gran baldaquín frío.

Pero se hace la luz en la tercera parte, la luz a través del fuego que crepita en el éxtasis ascendente de las imágenes de Berruguete. Una repetida explosión de ardores y ritmos hace del film una enorme hoguera. La vieja faz de la Muerte, la Santa Ana, se consume en el fuego que eleva y purifica.

...pues ''la muerte no es más que una palabra cuando se ama''.


En 1956, a propósito de la proyección de otra obra de Val del Omar, Aguaespejo granadino, en el Festival de Berlín, un crítico alemán [Konrad Haemmerling] escribió en Der Tagesspiegel:

''Como un Schönberg de la cámara, nos descubre la atonalidad del lenguaje fílmico. Transcribe la fisonomía del alma de un pueblo a través de la realidad de la naturaleza. [...] Sacude y sobrecoge al espectador con choques profundos, y le sorprende con imágenes siempre nuevas de expresividad explosiva. De esta forma, surgen fantasmagorías goyescas y visiones de pesadilla en las que se develan los dioses y demonios del mundo, descubriéndose el caos tras la máscara del orden. No hay ninguna presentación que pueda compararse a este acontecimiento único.''

Fuego en Castilla puede compararse con dicho acontecimiento e incluso superarlo: es una obra más madura, mejor, un Val del Omar más profundo todavía que aquel que hizo cantar, en Aguaespejo granadino, el misterio y la tragedia del alma andaluza. Así como otro gran andaluz, Manuel de Falla, produjo sus mejores obras cuando, habiendo reflejado el colorismo de Andalucía, descubrió a la severa Castilla (El Retablo de Maese Pedro o el Concierto para clavicémbalo), igualmente Val del Omar se ha sentido mudo de estupor en Castilla, en el centro de España. En Fuego en Castilla, Val del Omar se enfrenta con el páramo castellano, la miseria cruel y carente de color de la España interior. Y su nueva obra es así una más depurada, más seca, más esencial, como una astilla de madera que no tiene otro destino que el de ser quemado.

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 Filmespaña, suplemento núm. 3, 1961 |
Textos que informan sobre Fuego en Castilla |
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