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Triptico Elemental de España
      
Acariño galaico
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| Eugeni Bonet - ''Aimer : brûler. Incandescentes cendres de José Val del Omar'', en Trafic #34, verano 2000 |

Acariño galaico (De barro), film rodado y abocetado en 1961-62 pero no retomado hasta 1981-82, e inacabado tras el fallecimiento de su autor a raíz de un accidente, ha sido cabalmente reconstruido y finalizado en 1995 por Javier Codesal –un creador que se desenvuelve con talento y soltura entre las diversas latitudes del arte y las industrias de la comunicación–, partiendo de un copión de imagen que Val del Omar dejó montado, así como de sus anotaciones manuscritas y registros sonoros. El tercero de ''tres anhelos de comunicar lo inefable'', el cineasta halló en Galicia –tierra de paisajes extremos, de humores volubles, de meigas y santos, de pronunciados claroscuros– motivos y metáforas visuales para abordar este elemental de la tierra. La tierra que, con el agua, forma el barro y la vida; y que, con el fuego, se seca y agrieta. La tierra de la Galicia profunda y la piedra de la arquitectura y los monumentos de Santiago de Compostela, las tumbas y los acantilados, las figuras de arcilla del escultor Arturo Baltar y la conciencia telúrica y efímera del ser humano; tierra iluminada, expuesta a una mirada diáfana y penetrante, con nuevos estallidos de tactilvisión sonámbula y colisiones sonoras, en esta obra felizmente recuperada a pesar de su estado inconcluso.

Aunque lo que falta en esta reconstrucción es el segundo canal diafónico que Val del Omar había previsto añadir, el sonido es precisamente lo que trenza la heterogeneidad de los diversos elementos icónicos y acusmáticos que se suceden a lo largo de 24 minutos, agrupándose en lo que Codesal ha llamado ''series estróficas''; es decir, la arquitectura poética y mecamística en que se funda, nuevamente, el claro misterio de esta obra, póstuma o testamentaria en cierto modo. Construcción que adquiere un rigor atonal o serialista –tanto para el oído como para la vista–, concatenando las discordancias constantes entre, por ejemplo, las abundantes imágenes en negativo o distorsionadas por el uso de espejos cóncavos y otros recursos a la ''óptica biónica'', y –por otra parte– las imágenes más objetivas (documentales o elementales, en apariencia más rectilíneas) con las que se entremezclan aquellas.

Lo mismo puede decirse respecto a los continuos cambios del ritmo secuencial, alcanzando su cenit más veloz y parpadeante en el centro del film. O respecto de los contrapuntos que articulan la autonomía de la banda sonora como tal –entre la continuidad engañosa de una musicalidad folclorista y las brechas o ráfagas de otras esquirlas sónicas interpoladas y hasta chocantes–, cuyo punto más álgido se halla al término del film, cuando Val del Omar se entrega al anacronismo más audaz (bien significativo, además, de la peculiar cronología de elaboración de la obra), al alternar en la banda sonora los vociferantes imperativos de una dramaturgia radiofónica, adaptación de un autosacramental de Calderón de la Barca, y del grotesco intento de golpe de estado que se produjo el 23 de febrero de 1981 en el Congreso de los Diputados de Madrid.

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 Rafael Rodríguez Tranche – “Cine y vanguardia en España (1975-1989)” (1991) |
Gonzalo Sáenz de Buruaga – Val del Omar: sin fin (1992) |
Javier Codesal - ''Sin salir del jardín. A propósito de Acariño Galaico'' (1996) |
| Eugeni Bonet - Trafic (2000) |
 
 
  web credits   -------------- valdelomar.com  

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